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Miguel P. León Padilla

Participa en MUSICALITURGICA.COM en el Servicio Litúrgico, aportando cada semana una homilía para el Domingo correspondiente.
Sacerdote de la Diócesis de Segorbe-Castellón.

Domingo, 3. Marzo 2024 - 09:15 Hora
III Domingo de Cuaresma (ciclo B)

1L.- Dios da a Moisés los diez mandamientos. El decálogo es un sumario de preceptos absolutos, reguladores, mitad por mitad, de la relación de con Dios y con el hombre.
2L. - Pablo predica a todos el evangelio, fuerza y sabiduría de Dios, que se revela en la debilidad de la cruz de Cristo.Sin embargo, en Corinto no lo comprenden y andan divididos.
Evangelio.- La expulsión de los mercaderes del templo.
PARA LLEVAR A LA VIDA
La expulsión de los mercaderes del templo es un gesto profético de Jesús que preludia la lucha que le costará la vida; que se torna en anuncio de la destrucción de ese templo como respuesta divina a la incredulidad de los judíos que no recibieron al Mesías que les había sido prometido.
Cuando Jesús resucite de entre los muertos, él mismo será en adelante el verdadero templo de Dios.
Los numerosos sacrificios que se ofrecían diariamente en el templo y la necesidad de cambiar la moneda corriente, la romana, por otra moneda especial, el siclo, a fin de satisfacer el tributo religioso al que estaban obligados los israelitas hace comprensible que vendedores de animales y cambistas se instalaran en el atrio del templo, desvirtuando el lugar, convirtiéndolo en mercado lo que había de ser casa de oración.
Las palabras de Jesús refiridas a la destrucción del templo aluden a su cuerpo muerto y resucitado a los tres días. Jesús es el templo, el ámbito del encuentro de los hombres con Dios, culto a Dios en espíritu y en verdad. Por ello, los cristianos, lo mismo que Israel, en sus orígenes no tenían templos y eran muy conscientes de que ellos mismos constituían la iglesia y que la comunidad de creyentes, era la casa de Dios. Hoy los cristianos llamamos indebidamente "iglesias" y "casa de Dios" al templo, cuando en realidad son casas para el pueblo de Dios.
Lo malo de esa confusión es que intentemos domesticar a Dios, encerrarlo en fórmulas, ritos, prácticas, instituciones y cánones. Como si pudiéramos disponer de El y utilizarlo en nuestro provecho. Porque Dios no habita en "espacios cerrados", porque es siempre mayor. Porque Dios sólo se hace accesible a nosotros cuando nos abrimos a su voluntad y no cuando tratamos de someterlo a nuestro antojo, cuando lo amamos por encima de todo, cuando esperamos en El a pesar de todo. Dios se hace presente en el mundo cuando nosotros somos verdadera iglesia, verdadera apertura al enteramente otro.

Sábado, 24. Febrero 2024 - 23:35 Hora
II Domingo de Cuaresma (ciclo B)

1 L.-Abrahán, sin cuestionar la palabra de Dios, se dispone a cumplirla hasta las últimas consecuencias. Se dispone a sacrificar a su propio hijo. Ha superado la prueba.
2L.- El que nos dio a su Hijo y con él nos lo dio todo, ¿cómo no nos dará cualquier cosa? El que no perdonó a su Hijo por nosotros, ¿cómo no nos perdonará a nosotros? Si por salvarnos a nosotros dejó que condenaran a su Hijo, ¿cómo nos va El a condenar?
Evangelio.- El relato de la transfiguración revela la divinidad de Cristo.
PARA LLEVAR A LA VIDA
En el camino de Jesús, desde Galilea a Jerusalén ( la ciudad que mata a los profetas) acontece la transfiguración para que se cumplan las profecias, la voluntad de Dios. Jesús sabe cuál es su destino y está preparado. Por eso vino al mundo... Pero los discípulos no. ¿Cómo consolidar la fe incipiente de aquellos pescadores? Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan, subió a lo alto del monte y se transfiguró en su presencia. Allí les fue dado entrever lo que aún está por ver y creemos. La experiencia perduró viva en el recuerdo de sus discípulos.
El monte Tabor y el Gólgota se complementan mostrándonos el doble misterio de Jesús que anunciaban las profecías. Aquí Jesús aparece en la gloria, con que vendrá en su triunfo; allá lo verán sumido en un mar de penas y angustias.
El Dios de Jesús no se mantiene en alturas celestiales, sino que nos señala en dirección al mundo y quiere que como él nos encarnemos. Además de nuestra condición de hombres, hay algo que refuerza nuestro interés por el mundo: nuestra fe.

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