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El tiempo ordinario no significa común o corriente entre Pascua y Adviento. Durante el Tiempo Ordinario la Iglesia celebra el misterio en todos sus aspectos. Este tiempo comienza el lunes que sigue al domingo del Bautismo del Señor, fiesta que, a la vez que clausura el período natalicio, inaugura la serie de los domingos durante el año. Por eso, el domingo siguiente al del Bautismo del Señor se denomina domingo 2º del Tiempo ordinario. El tiempo se extiende hasta el miércoles de Ceniza, para reanudarse de nuevo el lunes después del domingo de Pentecostés, y terminar antes de la primeras Vísperas del domingo 1º de Adviento.
El hecho de que el Tiempo ordinario venga a continuación de la fiesta del Bautismo del Señor y de la fiesta de Pentecostés permite apreciar el valor que tiene para la liturgia el desarrollo progresivo, episodio tras episodio, de la entera vida histórica de Jesús, siguiendo la narración de los evangelios. Éstos comienzan con lo que se denomina el ministerio público del Señor. Cada episodio evangélico es un paso para penetrar en el misterio de Cristo, un momento de su vida histórica que tiene un contenido concreto en el hoy litúrgico de la Iglesia, y que se cumple en la celebración, de acuerdo con la ley de la presencia actualizadora de la salvación en el "aquí-ahora-para nosotros".